SONIDO

RUIDOS

 

Ciudadano Kane

En Ciudadano Kane (1941) de Orson Welles, el protagonista se empecina en convertir en cantante famosa de ópera a su segunda esposa. Su catastrófica carrera se resume con una serie de imágenes y ruidos precipitadamente caóticos que se extinguen con la luz del foco.

Corrupción en el internado

En Mädchen in uniform / Corrupción en el internado (1958) de Géza von Radványi, el golpeteo del bastón y el ruido de los zapatos de la temible directora son prominentemente dramáticos.




Día de fiesta

En Día de fiesta (1949) de Jacques Tati, con la intervención sonora de la avispa que ataca tanto al segador como al cartero en bici se logra un efecto irresistiblemente cómico.


La carcoma

En The touch / La carcoma (1971) de Ingmar Bergman, se oye accidentalmente de fondo, en dos o tres momentos a lo largo del film, el ruido de una serrería, que no debe estar lejos del apartamento de David donde la pareja hace el amor, y que evoca lo estridente o lacerante que la relación puede estar siendo para Karina. Es como si el ‘touch’ extramatrimonial de su amante aserrase su vida en un doliente ‘touch’ o la ‘carcomiese’.

La gran ilusión

En La gran ilusión (1971) de Jean Renoir, la progresiva acentuación del ruido que las botas de los reclutas alemanes producen en el patio del cuartel adquiere un valor simbólico; el grupo de prisioneros franceses que prepara un alegre carnaval observa y comenta cómo maniobran los reclutas. El contraste entre la bonhomía de unos y la inquietante gravedad de los otros queda marcado por el aumento del ruido militarista en crescendo.

Los asesinos están entre nosostros

En Los asesinos están entre nosotros (1946) de Wolfgang Staudte sobre un primer plano estático del rostro del protagonista que dura más de un minuto se oyen los bombardeos y el caos de la guerra a consecuencia de los cuales sufre el traumatismo mental presente e inevitable.

Los mejores años de nuestras vidas

En Los mejores años de nuestras vidas (1946) de William Wyler, uno de los soldados, ya licenciado de toda actividad militar, monta en uno de los aparatos del cementerio de aviones que había pilotado; a los mandos de la destartalada cabina padece una alucinación sonora, enfatizada por la música, bastante horrenda, y cree oír el zumbido dantesco de la guerra aún reciente.

Al morir la noche

En el episodio inicial de Al morir la noche de The hearse driver de Basil Dearden, hay un efecto sonoro sugestivo. Caída la noche, un enfermo descansa en su cama del hospital; la enfermera acaba de echar las cortinas y sale; el paciente escucha una melodía en la radio y de pronto nos damos cuenta de que se ha operado un cambio apenas perceptible; de pronto no suena la melodía en la radio y la cortinas parecen encubrir algo insólito. El enfermo se dirige a la ventana y es de día. Abajo en la calle hay un coche fúnebre cuyo conductor le invita a subir. El paciente rehúsa y vuelve a la cama. Se oye la melodía de la radio. Mediante este recurso sonoro se confirma que es de noche y que apenas ha pasado un momento.

Las vacaciones de M. Hulot

En Las vacaciones de M. Hulot (1953) de Jacques Tati, los sonidos del altavoz apenas comprensibles junto con las imágenes de los viajeros apresurándose de plataforma en plataforma para subirse al tren adecuado produce ese efecto cómico que caracteriza el tono global de toda la cinta.