ficción dramática - GUIÓN

ADAPTACIONES LITERARIAS - FIELES

 

(Extracto 1) El halcón maltés

Los títulos de crédito aparecen y van pasando sobre una estatuilla fija y negra de un halcón. Cierta inquietud visual ocasionada por la superposición y la proyección de su sombra en una pared posterior insta ya a una doble y enigmática percepción. En el centro de la imagen y deficientemente clara se observa un contorno incierto. Su sombra se recorta intensamente entre dos zonas bien iluminadas como si quisieran avivar un reflejo equívoco, proyectándose así ya desde el principio una soterrada y enigmática duplicidad (extracto 1).


Tras los créditos se sobreimpresiona en scrolling de abajo arriba una sucinta leyenda explicativa de la historia del ‘Halcón maltés’ que film y novela amplían más tarde a cargo de Gutman. Este corto preámbulo de la leyenda del Halcón que incluye el film comienza con la fecha de aparición del Halcón en “1539” y abarca hasta “hoy en día…”, cuatro siglos, pues, de peripecias, búsquedas y pérdidas para sus venturos perseguidores.


Luego vienen cuatro planos fijos de edificios, mar y puente (extracto 2) que bien podrían tomarse como banalmente descriptivos a juzgar por su luz natural plana que sugieren que la acción pasa en San Francisco, si bien ésta podría tener lugar en cualquier ciudad moderna, pues casi toda la trama se desarrolla en interiores. La aparentemente anodina significación de estos planos, sin embargo, cambia al verse flanqueada por la secuencia precedente del Halcón y la consiguiente de la Agencia: el mundo legendario de la España de Carlos V, de Templarios y piratas, sigue vigente en la gran ciudad moderna del Golden Gate Bridge de detectives y piratas modernos. La Agencia de “Spade and Archer” en la orilla más actual.


Otra de las cosas que llaman también la atención de este comienzo es el letrero del despacho de la agencia de detectives privados “Spade and Archer” que, como tantas otras cosas en el film, está invertido al verse por detrás del cristal, lo que, por otra parte, pone de manifiesto esa doble lectura de los hechos y acontecimientos dependiendo de la perspectiva que se adopte. Luego la cámara retrocede desde la ventana y encuadra el busto de Sam Spade, sentado a su mesa del despacho (extracto 3).


Aparecen en escena la secretaria, Miss Wonderly, y, tras el relato de ésta que da a entender el motivo de su visita, el socio de Sam, Miles Archer, que entra por la izquierda, atravesando el despacho hasta colocarse a la derecha del encuadre y sentarse en el borde de la mesa de Sam; este gesto y la trayectoria de pasar cerca y por delante de la cámara se arrogan una presuntuosa preeminencia. Tras sentarse a la derecha del todo de la imagen, él y Miss Wonderly forman los extremos de un ángulo horizontal en uve cuyo vértice convergente es Sam, centro de la composición (extracto 4). La escena finaliza con el pacto de ayuda y protección a Miss Wonderly por parte de los detectives, la despedida de ésta y el comentario de Miles sobre la autenticidad de los billetes del inusual anticipo de la dama que no parece interesar a Sam tanto como la dama misma de la que parece haber quedado prendado. La cámara enfoca el reflejo del letrero de la agencia en el suelo antes de pasar a la siguiente escena del letrero de Bush St. El paso del despacho a la calle Bush es brusco y repentino. Como lo es que Archer, en la cerrada oscuridad, encañonado por un arma que le dispara a bocajarro (extracto 5).


El film visualiza esta escena justo antes de la llamada que informa a Sam del asesinato de su socio. Cuando suena el teléfono en la mesita del apartamento de Sam, se oyen los muelles de un somier; la ventana abierta mueve la cortina. No se ve la imagen de Sam que coge el teléfono, pero sí se oye la voz que le informa de la muerte de su socio. Aunque se altere el orden narrativo con respecto a la novela, ambas instancias visualizan la muerte por disparo a bocajarro de Miles pero no quién le mata, por lo que la focalización externa del punto de vista es similar. Durante la conversación telefónica, llama la atención la omisión visual del elemento humano en el encuadre y, por tanto, la reacción gestual de preocupación que se esperaría en estos casos.


A continuación, Sam se sienta en la cama; llama a su secretaria; tras informarla le dice que se calme y dé la noticia a la mujer de Archer. En la novela, tras esta llamada telefónica, Sam se sienta en el borde de la cama y se pone a liar un cigarrillo de la siguiente forma:


Los dedos gruesos de Spade liaron con minucioso cuidado un cigarrillo, echando una justa medida de picadura marrón sobre el papel combado, extendiendo luego la picadura por igual en los extremos y dejando una fina depresión en el centro; los pulgares enrollando el filo interior del papel hacia arriba y debajo del borde exterior mientras los índices ejercían presión, para, así, pulgares y demás dedos deslizarse hasta las puntas del cilindro de papel y sujetarlas rectas al humedecer la lengua la solapa, al tiempo que índice y pulgar izquierdos pinzaron un extremo y pulgar e índice derechos alisaban la húmeda juntura hasta el otro; pulgar e índice derechos retorcieron la punta y llevaron la opuesta a la boca de Spade.


Incluso en el momento de un estrés así, Spade manifiesta un comportamiento contenido, reflexivo, meticuloso, eficiente, hierático. El narrador que aplicase todos estos adjetivos a Spade ejercería una intrusión omnisciente que destruiría el punto de vista objetivo focalizado. La película visualiza este hieratismo al llamar a la secretaria, cumpliéndose así el carácter convencional del protagonista del género. Sin embargo, en este caso se trata de su socio y quizás esperamos una mayor tensión. ¿Encubre este punto de vista la posibilidad de que Spade no esté tan preocupado por la muerte de su socio como sería de esperar?


Se desconoce quién le mata, pues sólo aparece en el campo visual el arma homicida con lo que se nos sitúa así bajo la focalización de Spade, que llevará a cabo la investigación típica del género y en la que queda direccionada la trayectoria narrativa hasta que se descubra, generalmente al final, al criminal.

Cuando se presenta en el lugar ni siquiera quiere ver el cuerpo. De momento, no estamos seguros, pero las situaciones a las que nos van exponiendo los acontecimientos (Halcón, relato, omisiones, asesinato, actitud de Spade, etc.) son, cuando menos, enigmáticas.


Spade lógicamente intenta contactar con Miss Wonderly, a la que el detective privado intentaba proteger y hacer cumplidas averiguaciones sobre su socio. En tal proceder, Sam Spade se ve frente a elementos antagónicos de diversa índole; se ve involucrado con Gutman, su guardaespaldas Wilmer y Cairo, todos ellos componentes de un grupo de truhanes a los que se verá comprometido a ayudar a buscar el Halcón; también a la policía, a la viuda de Archer, a los agentes fiscales. La policía irrumpe a horas intempestivas en su apartamento para interrogarle por ser sospechoso de no colaborar informativamente con la justicia; con los Agentes Distrito por los que Spade no tiene especial simpatía y cuando es requerido por ellos a que les diga lo que sabe sobre dos recientes asesinatos, y que si no tiene nada que ocultar no tiene nada que temer, a lo que, socarrón y lacónico, Spade responde que “Todo el mundo tiene algo que ocultar”. A toda esta antagónica presión se suma la de la mujer de su socio asesinado con la que es obvio que hay una (in)cierta relación amorosa, la cual se presenta en el despacho a preguntarle si ha sido él el causante de la muerte de Miles, su marido, lo que parece no haberle afectado tanto como querer descubrir que lo hubiera hecho por ella. Sam no muestra ninguna pasión (extracto 6).  Por si todo esto fuera poco, a ello se vendrá a sumar la sospecha de que su irresistible protegida empiece a resultar cada vez más enigmática.


Al intentar obtener información del grupo implicado, Spade se enfrenta a ocultaciones, dobleces y mentiras constantes. Las identidades de sus clientes son las de conveniencia según el caso. Brigid O’Shaughnessy se hace pasar por Miss Wonderly o Le Blanc; Joel Cairo lleva pasaportes de nacionalidad suiza, francesa y británica, y Gutman, aunque expresa repetidamente admiración por la franqueza de Spade de ir directamente al grano, no es algo con lo que él corresponda y, llegado el momento, le da coba mientras espera que le haga efecto la droga que le ha puesto en la bebida.


Ante esta situación Spade no se queda atrás en utilizar tácticas similares a las de los truhanes y así, pretendiendo que puede obtener el Halcón, discute con Gutman los términos de la entrega de la estatuilla doblando el precio que le ofrece Cairo e incluso, en cierto momento, finge un cabreo impresionante con el fin de cerrar cuanto antes el trato con Gutman (extracto 7).


Es obvio que Spade juega el doble papel de estar del lado de la justicia y de atender a las corruptelas de sus clientes al mediar en el asunto del Halcón. Sus clientes, sobre todo los masculinos, Gutman, Cairo y Wilmer, dan por hecho que es uno de los suyos. Es más, no tardando, los vemos tan campantes repantigados en su propio apartamento. Por supuesto, el objetivo de Sam Spade no ha variado; sigue siendo desenmascarar a los responsables y sobrevivir. Nada que ver con ninguna actividad perversa ni inclinación alguna hacia el mal a no ser para exponerlo, algo que refuerza entre otras cosas la composición al ser fotografiado separadamente del grupo en momentos clave. No obstante, no debemos perder de vista que va a recibir honorarios de los criminales para que les ayude.


En lo referente a Brigid, algunas preguntas que le hace y que ella trata de esquivar dejan entrever que Spade sospecha que Brigid tiene que ver con el asesinato de su socio. Desde el momento en que llegó a su despacho y contó el falso relato de su hermana y dejó un anticipo exagerado para que la buscasen, esta mujer fascinó a Sam. Su belleza, su fingida inocencia, su súplica de protección y su vulnerabilidad frente a una sociedad que Sam debe conocer bien, despertaron en él la oculta faceta de protector y amante pero sin descuidar lo que pasa a su alrededor como vemos en el extracto 8.


En sus pesquisas, Sam no sólo va directamente al grano, sino que, sobre todo, lo hace provocando a sus interlocutores con preguntas, manifestando escepticismos o fingiendo enfurecimientos. Con Brigid utiliza también otros métodos; una vez, entre otras tácticas, la intimida pidiéndole todo el dinero que tenga encima o la amenaza con abandonarla.


No desperdicia ocasión para desenmascarar la supuesta criminalidad de los villanos con el sarcasmo, la ironía o la reticencia. Varias veces utiliza la soterrada ironía para que hablen de sus actividades criminales, pero no parecen darse por enterados.


Siguiendo con su táctica de aclarar dobleces, Spade desenmascara al aparentemente inocuo Wilmer, el guardaespaldas de Gutman, quien tiene ya dos asesinatos en su haber; no se fía de él y además advertirá a la policía de lo peligroso que es. Sabe despistarlo cuando le sigue, desarmarlo y, por supuesto, también le provoca como a todos los demás.


La preponderancia de Spade frente a sus adversarios, que en la novela aparece a través de los diálogos, gestos y dramatizaciones, en la película es reforzada por la posición de la cámara. La cámara filma desde un ángulo ligeramente por debajo del nivel ocular, es decir, mirando desde una posición ligeramente baja hacia arriba a los actores, como si fuese el punto de vista de Spade. En general, el enfoque, aunque dé preponderancia al protagonista, no quiere decir que nos identifique constantemente con él, sino que también nos mantiene a una distancia reflexiva. Pues a veces, Spade está de espaldas a la cámara. Con este tipo de tomas se nos mantiene a una distancia prudencial con quien, si bien naturalmente simpatizamos, debemos discernir entre su papel externo y su proceder y actitud interna que estamos empezando a dilucidar por nosotros mismos con no poca dificultad por estar en contra y a favor de la ley y el amor.


A Gutman, esa mole flácida y voluptuosa de la complacencia, se le filma desde un ángulo muy bajo haciendo destacar ese vientre que junto con sus enormes papadas contradicen su pretencioso refinamiento. (extracto 9)


A veces la inclinación de la cámara parece reflejar el mundo desquiciado sin centro moral regulador.


A Spade, cuando está con el grupo de criminales, se le filma casi siempre a cierta distancia de ellos, como irónicamente impasible, pero observando y estudiando el grado de corrupción en torno a él. Esta actitud fría y distante nos anticipa el triunfo sobre esa informe y caótica masa de acontecimientos enigmáticos que intentan engullirle aunque a veces no está exento de cometer imprudencias.

Una de ellas es con Joel Cairo cuando éste saca un revólver y anuncia que va a registrar la habitación. Spade le desarma tan sólo con una mano como minusvalorando a su oponente. Lo que Cairo en realidad intimidatoriamente quiere es contratar, al igual que el resto, los servicios de Spade para que le consiga el Halcón. Spade le devuelve el revólver e inmediatamente Cairo le vuelve a apuntar con él. Spade se ríe por ser tan incrédulo al devolverle el arma. Lo que este hecho resalta es la disparidad en actitud de ambos hombres. Spade, por muy cínico que parezca, nunca encañonaría con un arma al hombre con el que acaba de hacer un pacto. Ambos actúan según sus códigos y naturalezas. Cairo no se fía de nadie. Sin embargo, Spade, irónicamente, fiándose de truhanes, pone en peligro su integridad.

En otro de estos encuentros sufre una humillación grave a cargo de Gutman. Es drogado y golpeado por su secuaz gorila Wilmer. Bajezas, traiciones o asesinatos son algo normal entre los perseguidores del Halcón. En su codicia están dispuestos a matar como han hecho con Thursby, o a hacer pactos y a traicionarse entre ellos para sacar ventaja.


En una de las últimas provocaciones de Spade para desenmascararlos, les dice que está a punto de conseguir el Halcón, pero insiste en que, antes de la entrega, hay que buscar un “cabeza de turco” de los asesinatos para cubrirse las espaldas ante la policía y apunta que sea Wilmer, el leal matón de Gutman, quien, por otra parte, supuestamente ha cometido dos de los asesinatos. Cuando, por pura casualidad, aparece el enigmático paquete con el Halcón (el portador que lo trajo a la Agencia, herido, muere sin poder decir palabra), Spade se dispone a entregarlo a Gutman y cerrar el trato de entregar a Wilmer. Gutman se resiste al profesar gran aprecio por su “chico”, al que considera como un «hijo», pero a medida que Spade continúa hablando de la necesidad de tal cometido, la imprescindibilidad de Wilmer desciende y Gutman concluye diciendo que “si pierde a un hijo puede encontrar otro, pero que Halcón maltés sólo hay uno”. Como no podía ser de otro modo, en medio de las ansias en desenvolver el paquete, Wilmer aprovecha para esfumarse.


Al descubrirse la falsedad del Halcón, Sam retiene mil dólares por los servicios de la búsqueda aunque haya resultado ser falso; dinero que entregará, delante de Brigid, a la policía más tarde. ¿Por qué lo hace si son sus merecidos honorarios?, ¿para lavarse las manos de colaborar con truhanes?, ¿para demostrar a Brigid que no es un corrupto?


Gutman y Cairo no se arredran ante el revés del falso halcón y parten con aires de proseguir el dictamen de su delictiva farándula en alguna otra parte. Spade telefonea a la policía para decirle dónde los puede detener.


Llegado a este punto de la trama, a Spade le queda el gran asunto de Brigid por resolver y aquí viene el gran tour de force de la novela y de la película. En este estado de la cuestión, novela y film, valiéndose de todos los códigos del género, dan un salto para convertirse en las obras maestras que son sin detrimento del género, y, gracias a él, superarlo. Spade tiene resuelto el enigma del asesino de su socio, y aún no le ha dicho a Brigid que sabe que ella es la asesina de Archer y la urge a que se lo confirme (extracto 10).


Brigid con su reconocimiento del crimen ha cerrado el camino a Spade a toda relación de protector y amante. A Spade parece venírsele abajo la posibilidad de sociabilizar sus emociones; de lanzarse al drama de admirar y ser admirado, de creer en valores y participar en su crisis, y, sobre todo, recuperar su lado más humano y sentimental por el desvalido, el débil en dificultad, el individuo cuya reputación está amenazada por la ley como Brigid. La declaración de Brigid frustra su soñada relación sentimental. ¿Qué hacer ante tal dilema?


Por su profesión a Spade se le requiere el respeto a la ley y, en este caso, el cumplimiento exige de él el estar por encima de sus conveniencias o deseos personales. La ley ha de ser igual para todos, incluida Brigid. Si no la entrega, traicionaría los mismos principios que le llevaron a entregar a los villanos a la justicia. Tendría dos varas de medir.


Al igual que ha hecho con los demás, Spade ha decidido entregarla a la justicia por el asesinato de Miles, pero no sin antes intentar darle una insistente explicación moral que Brigid será incapaz de entender al carecer de todo sentido moral, y consecuentemente no entender por qué Spade no la encubre y continúan con su relación sentimental. Spade intenta hacerle comprender que “cuando tu socio es asesinado, se supone que debes hacer algo”. La simplicidad de esta idea la confunde y a nosotros también, aunque en otro sentido; pues nos ha dado muchas muestras de que no le importa mucho su socio. Spade continúa explicándole que “sería perjudicial para la profesión” encubrirla. Como a Brigid esto le suena a papel mojado porque le supone tan corrupto como los truhanes al estar involucrado con ellos, Sam lo intenta concretar con otras razones, como la posibilidad de que un día le matase para librarse de él por saber demasiado sobre él, aunque ni él mismo está muy convencido de este argumento. Todo parece apuntar que, en realidad, la verdadera razón es que no puede explicar y hacer comprender a una mentalidad tan distinta de la suya el concepto abstracto de responsabilidad y obligación frente a la ley a alguien a quien todo ello le trae sin cuidado.


Uno no puede menos de preguntarse, por muy razonable que parezcan los argumentos de Spade, por qué insiste tanto en tan reiterativas explicaciones cuando ella todo lo que percibe es el horror de una larga condena en prisión y su idea de ser esperada “veinte años” no le proporciona alivio alguno, y menos aun, suponemos, la afirmación de Spade: “Si te cuelgan, te recordaré siempre”. Dicha así, a alguien que se supone que es como tu amante la frase es brutal. ¿Por qué no la entrega como hizo con los otros y punto? ¿Estamos llegando al más grande de los enigmas de El halcón maltés o simplemente con esta frase Spade quiere darle a entender que él no la rechaza, no la traiciona, no la engaña, y que él también está recibiendo la pena que está a punto de caerle a ella o que el recuerdo de su deshonestidad hacia quien intentó protegerla estará siempre atenazándole? (extracto 11).



Brigid, temiendo lo peor, intenta seducirlo aún más si cabe para que no la entregue a la policía, con cuyo chantaje queda clara la nula capacidad de comunicación y entendimiento. Spade está tenso y hundido en el dilema y la frustración. Se debate entre el desahogo, cierta rabia, amargura e impotencia que explotan en raudales de ortodoxia moral (extracto 12).


Por supuesto, todo queda zanjado con la llegada de la policía y Spade entrega Brigid junto con otras pruebas.


Cuando uno de los policías sopesa, entre sus manos, el falso Halcón, pregunta a Spade de qué se trata y éste cogiéndolo le contesta que de “la materia de la que están hechos los sueños” (extracto 13).


Sueños que son tan falsos como el mismo Halcón.


La imagen de ella tras los barrotes de la puerta del ascensor a punto de descender no está con esa literalidad en el texto, pero resume y previsualiza su inminente confinamiento en prisión (extracto 14).


Y, sin embargo, ¿por qué la cámara, tras la escena del ascensor, decide seguir a Sam Spade empezando a descender las escaleras con el representativo Halcón en sus manos? (extracto 15).


Este rasgo de Spade trae a la mente algunas facetas de los héroes de Kafka y Dostoievski y su relación con la ley desde la marginación o el subsuelo a la que todos por diversos motivos en esa compleja, irredenta y enigmática situación se topan privándoles de todo solidario sentir social.


Más allá de poder esclarecer estas paradójicas especulaciones, lo cierto es que no se puede menos de resaltar el que ambas versiones mantengan, en el tuétano de sus narrativas, la misma visión de esa enigmática doblez.

(Extracto 2) El halcón maltés

(Extracto 3) El halcón maltés

(Extracto 4) El halcón maltés

(Extracto 5) El halcón maltés

(Extracto 6) El halcón maltés

(Extracto 7) El halcón maltés

(Extracto 8) El halcón maltés

(Extracto 9) El halcón maltés

(Extracto 10) El halcón maltés

(Extracto 11) El halcón maltés

(Extracto 12) El halcón maltés

(Extracto 13) El halcón maltés

(Extracto 14) El halcón maltés

(Extracto 15) El halcón maltés