montaje - DISCONTINUO - EN RELACIONES ESPACIO-TEMPORALES
por elipsis
montaje - DISCONTINUO - EN RELACIONES ESPACIO-TEMPORALES
por elipsis
El tercer hombre
En El tercer hombre (1949) de Carol Reed, en la escena en que Holly Martins ve en el hospital a los niños intoxicados por la penicilina adulterada y vendida por su amigo Harry Lime, sólo se nos muestra el rostro afectado de Holly, sin que veamos para nada a los niños. Esta elipsis anticipa el cambio de decisión de Holly de ayudar a la policía a detener al responsable de la tragedia.
Ocho sentencias de muerte
En Ocho sentencias de muerte / Kind hearts and coronets (1949) de Robert Hamer, el protagonista ha preparado de un modo maquiavélico el asesinato del siguiente aristócrata amante de la fotografía que se interpone en la línea sucesoria. La eminente víctima está en su laboratorio mientras, no muy lejos, en el jardín, el protagonista toma el té con la esposa. La ligera explosión no perturba a su esposa. La complicidad del criminal con el espectador, al comentar en off que continúa hablando con la esposa del finado, da a esta elipsis un cariz de mordaz cinismo de humor negro característico de todo el film.
Ocho sentencias de muerte
Ocho sentencias de muerte / Kind hearts and coronets (1949) de Robert Hamer finaliza con una elipsis con memorable efecto de sorpresa: al salir de la cárcel, una revista importante se ofrece a publicar sus memorias que el protagonista ha escrito durante su reclusión y en las que consignó sus sinceras confidencias. En ese momento se da cuenta de que olvidó el comprometedor manuscrito en su celda tras un juicio poco explícito.
Espoir, Sierra de Teruel
En Espoir, Sierra de Teruel (1938) de André Malraux, aunque no se elide totalmente el choque del vehículo con el cañón apostado al final de la calle para destruirlo, es este choque de tal brevedad que parece una elipsis al estar entre planos precedentes y posteriores de mayor énfasis y duración al del choque como el de la calle con el cañón al fondo vista desde el interior del auto precipitándose contra él y, sobre todo, tras el choque, el de pájaros huyendo y el de un cuerpo sin vida al lado y de una de las ruedas dando vueltas. Este montaje de planos entre los que se encuentra la casi elisión visual del choque convierte esta situación en universalmente trágica.
La dama de Shanghai
En La dama de Shanghai (1949) de Orson Welles, el detective que descubre el complot está malherido hablando por teléfono a O’Hara poniéndole al tanto de la trampa incriminatoria que le han tendido. De pronto, a su interlocutor no le oye. El auricular colgando del hilo se balancea. Suponemos que el detective acaba de caer muerto al suelo; la elipsis pasa por alto tal hecho y el hilo balanceándose encaja con el tono burlón y de mofa que envuelve las acciones de los protagonistas.
La gran ilusión
En La gran ilusión (1937) de Jean Renoir, vemos a dos prisioneros evadidos querellándose: Maréchal (Gabin) y Rosenthal (Dalio). Aquél se niega a ir al lento paso de su compañero, herido en el pie. Al ser abandonado por su compañero, Rosenthal se queda solo. Al cabo de algún tiempo, aparece Maréchal en el campo visual al lado de donde ha quedado sentado e impotente Rosenthal. No hemos visto la supuesta preocupación expresada en Maréchal que le motiva a volver. El contenido suprimido por la elipsis de las razones por las que ha vuelto al lado de su compañero es suplido por nosotros gracias al contexto dramático de canto a la solidaridad humana acorde con el tono global del film.
Laura
En Laura (1944) de Otto Preminger, el periodista acaudalado recuerda la rápida ascensión de la joven dibujante hasta las cimas de la moda a través de una breve y elíptica selección de fundidos.
(Extracto 1) M, el vampirio de Dusseldorf
En M, el vampiro de Dusseldorf (1931) de Fritz Lang, se nos presenta al psicópata que asesina niñas (Peter Lorre) abordando a una que juega con su pelota (extracto 1); luego vemos cómo el psicópata compra a un vendedor ciego un globo a la niña (extracto 2); luego se retoman planos de su madre cada vez más impaciente por la tardanza de su niña, seguidos por el rodar de la pelota de la niña en un descampado y su perdido globo chocando contra los altos cables de un poste (extracto 3) y desaparece. La elisión de la supuesta agresión y la identificación del espectador con el punto de vista de la madre es mucho más inquietante y dramática.
Milagro en Milán
En Milagro en Milán (1950) de Vittorio de Sica, pasamos en un par de minutos a través de varias escenas del bebé hallado por la anciana entre las coles de su huerto a su salida de joven del orfanato de Totó. El montaje de las escenas, aunque elide muchos momentos de su vida, todo sucede con la ingenuidad de un relato infantil.
(Extracto 2) M, el vampirio de Dusseldorf
(Extracto 3) M, el vampirio de Dusseldorf